¿Cómo pensar, aquí, la violencia escolar, la que aparecen todos los días en las escuelas mexicanas? ¿La que sufren los estudiantes, profesores, supervisoras, padres de familia? Regresando a lo bá-sico: a su materialidad e historicidad, es decir, a las violencias efec- tivas, con estudios fenomenológicos y etnográficos, cuantitativos y conceptuales. En otras palabras, no partir de abstracciones va- cías, como la teoría de la violencia, de la que se derivaría la escolar; menos aún de los filosofemas o las explicaciones rápidas al uso; tampoco de las verdades ocultas, que sólo las iniciadas conocerían, sino de los golpes, las carnes tumefactas, los cuerpos abandonados, las almas rotas, los espíritus vencidos, los miembros heridos, los sexos lastimados, las vidas cortadas, los miedos, los temores de ir a la escuela, de salir de ella, de saber si continúa, si se le va a encontrar al día siguiente, de todo eso, sin desvalorizaciones, sin menoscabos: sin violencia epistémica.